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Centro Interdisciplinario de Ciencias de la Salud-Unidad Milpa Alta


LOS CONSEJOS DE ESCULAPIO
Quieres ser medico, hijo mío? Aspiración es esta de un alma generosa, de un espíritu ávido de ciencia. Deseas que los hombres te tengan por un dios que alivia sus males y ahuyenta de ellos el temor. Pero, has pensado en lo que va a ser tu vida?
Tendrás que renunciar a la vida privada: mientras la mayoría de los ciudadanos pueden, terminada su tarea, aislarse lejos de los inoportunos, tu puerta estará siempre abierta a todos. A toda hora del día y de la noche vendrán a turbar tu descanso, tus aficiones, tu meditación; ya no tendrás horas que dedicar a tu familia, a la amistad, al estudio. Ya no te pertenecerás.
Los pobres, acostumbrados a padecer, te llamaran solo en caso de urgencia. Pero los ricos te trataran como un esclavo encargado de remediar sus excesos; sea porque tienen una indigestión o porque se han resfriado, harán que te despiertes a toda prisa tan pronto como sientan la menor molestia. Habrás de mostrarte muy interesado por los detalles mas vulgares de su existencia; habrás de decirles si han de comer ternera o pechuga de pollo, si les conviene andar de este modo o del otro cuando salen a pasear. No podrás ir al teatro ni ponerte enfermo: tendrás que estar siempre listo para acudir tan pronto como te llame tu amo.
Eras severo en la elección de tus amigos. Buscabas el trato de hombres de talento, de almas delicadas, de ingeniosos conservadores. En adelante, no podrás desechar a los pesados, a los cortos de inteligencia, a los altaneros, a los despreciables. El malhechor tendrá tanto derecho a tu asistencia como el hombre honrado: prolongaras vidas nefastas y el secreto de tu profesión te prohibirá impedir o denunciar acciones indignas de las que serás testigo.
Crees firmemente con el trabajo honrado y el estudio atento podrás conquistarte una reputación: ten presente que te juzgaran, no por tu ciencia, sino por las casualidades del destino, por el corte de tu capa, por la apariencia de tu casa, por el numero de tus criados, por la atención que dediques a las chácharas y a los gustos de tus clientes. Los habrá que desconfíen de ti si no gastas barba, otros si no vienes de Asia; otros, si crees en los dioses; otros, si no crees en ellos.
Te gusta la sencillez: tendrás que adoptar la actitud de un augur. Eres activo, sabes lo que vale el tiempo. No podrás manifestar fastidio ni impaciencia: tendrás que escuchar relatos que arrancan del principio de los tiempos cuando uno quiere explicar la historia de su estreñimiento. Los ociosos vendrán a verte por el simple placer de charlar: serás el vertedero de sus nimias vanidades.
Aunque la Medicina es ciencia oscura, que, gracias a los esfuerzos de sus fieles, se va iluminando poco a poco, no te será permitido dudar nunca, so pena de perder tu crédito. Si no afirmas que conoces la naturaleza de la enfermedad, que posees, para curarla, un remedio que no falla, el vulgo ira a charlatanes que venden la mentira que necesita.
No cuentes con el agradecimiento de tus enfermos. Cuando sanan, la curación se debe a su robustez: si mueren, tu eres quien los ha matado. Mientras están en peligro te tratan como a un dios, te suplican, te promueven, te colman de halagos.
Apenas empiezan a convalecer, ya les estorbas. Cuando les hablas de pagar los cuidados que les has prodigado, se enfadan y te denigran. Cuanto mas egoístas son los hombres, mas solicitud exigen.
No cuentes con que este oficio tan duro te hará rico. Te lo aseguro: es un sacerdocio, y no seria decente que te produjera ganancias como las que saca un aceitero o el que se dedica a la política.
Te compadezco si te atrae lo que es hermoso: veras lo mas feo y repugnante que hay en la especie humana. Todos tus sentidos serán maltratados. Habrás de pegar tu oído contra el sudor de pechos sucios, respirar el olor de míseras viviendas, los perfumes harto subidos de las cortesanas; tendrás que palpar tumores, curar llagas verdes de pus, contemplar orines, escudriñar los esputos, fijar tu mirada y tu olfato en inmundicias, meter el dedo en muchos sitios. Cuantas veces, en un día hermoso y soleado, al salir de un banquete o de una representación de Sófocles, te llamaran para vayas a ver a un hombre que, molestado por dolores de vientre, te presentara un bacín nauseabundo, diciéndote satisfecho: Gracias a que he tenido la precaución de no tirarlo. Recuerda entonces que has de agradecerlo y mostrar todo tu interés por aquella eyección.
Hasta la belleza misma de las mujeres, consuelo del hombre, se desvanecerá para ti. Las veras por la mañana, desgreñadas, desencajadas, desprovistas de sus bellos colores, olvidada por los muebles parte de sus atractivos. Dejaran de ser diosas para convertirse en seres afligidos de miserias sin gracia. Solo sentirás por ellas compasión.
El mundo te parecerá un vasto hospital, una asamblea de individuos que se quejan. Tu vida trascurrirá a la sombra de la muerte, entre el dolor de los cuerpos y las almas, viendo unas veces el duelo de quien es destrozado por la perdida de su padre, y otras la hipocresía que, a la cabecera del agonizante, hace cálculos sobre la herencia.
Cuando a costa de muchos esfuerzos hayas prolongado la existencia de algunos ancianos o de niños débiles y deformes, vendrá una guerra que destruirá lo mas sano que hay en la ciudad. Entonces te encargaran que separes los menos dotados de los mas robustos, para salvar a los enclenques y enviar a los fuertes a la muerte.
Prénsalo bien mientras esta a tiempo. Pero si, indiferente a la fortuna, a los placeres, a la ingratitud; si sabiendo que te veras muchas veces solo entre fieras humanas, tienes el alma lo bastante estoica para satisfacer con el deber cumplido, si te juzgas suficientemente pagado con la dicha de una madre que acaba de dar a luz, con una cara que sonríe porque el dolor se ha aliviado, con la paz de un moribundo a quien acompañas hasta el final; ansias conocer al hombre y penetrar en la trágica grandeza de su destino, entonces, hazte medico, hijo mío.